Faltaban 15 minutos para las seis
de la tarde de aquel 28 de septiembre de
1992 cuando Soledad D. abandonaba la casa familiar en el barrio de San
Pedro de Córdoba, para dirigirse hacia la pizzería de la avenida de Barcelona
donde trabajaba desde hacía un año aproximadamente tras abandonar los estudios.
Pero esta joven de 18 años nunca llegó a su destino.
Catorce días más tarde,
encontraron su cuerpo en una zona de muy difícil acceso del río Guadalquivir.
La autopsia sólo confirmó que Soledad había fallecido el mismo día en que
desapareció.
Tenía la ropa puesta pero la cabeza estaba a un metro del tronco.
Los forenses no pudieron precisar si murió decapitada o si las alimañas del río
habían actuado en esos días. Al cadáver también le faltaba “la mano derecha” además de
varias “vértebras”. Curiosamente, el cadáver estaba “vestido”.
En la autopsia efectuada en 1992,
el forense señalaba que a consecuencia de la falta de algunas vísceras y el mal
estado que presentaban las encontradas "no era posible determinar la causa
de la muerte, violenta o natural", según figura en el informe. El médico
no observó "ningún tipo de lesión traumática", si bien el cadáver
estaba incompleto; le faltaban vértebras y tampoco se encontró una de las
manos.
El cadáver será exhumado veinte
años después para practicar una segunda autopsia, dónde se pudo verificar la
muerte violenta –golpe con objeto contundente en la cabeza-
La investigación:
Un auténtico desastre. Según se
recoge de la prensa:
Pruebas clave halladas en la
inspección ocular DESAPARECEN. En concreto varios pelos o cabellos hallados en la ropa de la víctima,
que se encontraban en el laboratorio de Policía Científica en Sevilla se pierden.
No será lo único. Del cajón de la mesa de un
agente judicial, desaparece el reloj
de la víctima. Un mechero hallado
junto al cadáver en la escena del crimen, no se da localizado en el depósito de
pruebas del juzgado.
La letrada de la familia, declara
que sólo encuentran “irregularidades”. A sus preguntas sobre la desaparición de
las pruebas, el juzgado se limita a dar respuestas evasivas. Según esta, el
Juzgado lo único que quiere “es cerrar la investigación”. Un auténtico marrón. Pero no será el único.
Recogiendo fielmente lo que nos relata
la prensa, la sombra de algún tipo de encubrimiento
planea también sobre este trágico crimen, ya que al parecer uno de los
sospechosos era familiar de un policía que en esa época estaba en activo.
…”Una persona anónima, llamó desde una cabina a un teléfono habilitado
por la familia para recoger pistas. En esa llamada —efectuada en abril— aportó
nombres, apellidos y datos policiales de los agentes que pudieran estar
implicados. "Ellos se encargaron de hacerlo desaparecer todo", según
figura en la transcripción que obra en poder del juzgado.
La acusación considera importante esta información, ya que aporta datos
"concretos" sobre los supuestos implicados, no accesibles a cualquier
ciudadano y esperan que la persona anónima vuelva a contactara para ofrecer más
detalles".
Mientras, otros casos como la
desaparecida Ángeles Z. en Aguilar o la joven Casterina C. en Puente Genil, sobre
la que un juez ya archivó el caso, continúan sin resolverse en Córdoba.
Lo mínimo que podemos hacer es
preguntarnos:
¿Qué demonios ocurrió ese año
1992?, año crítico por la cantidad de crímenes atroces dónde se vieron
implicadas mujeres muy jóvenes o adolescentes. Dónde se sucedieron
desapariciones o raptos "grupales", con finales trágicos o inciertos.
¿Qué ocurrió para que en la mayoría de estas investigaciones, se observen –según
nos describe la prensa de la época- gravísimas
deficiencias, pérdida de pruebas, etc, etc, que condujeron inevitablemente a que estos
crímenes o desapariciones quedarán sin resolver y a día de hoy hayan prescrito impunemente.
De Córdoba a Zaragoza.
El año 1992 fue especialmente violento en Zaragoza. Prueba de ellos
es que sólo en esa provincia se cometieron
18 homicidios. Dos de ellos conmocionaron a la opinión pública por la juventud
de sus víctimas, el escaso tiempo que medió entre uno y otro, la psicosis que
se creó y que se acrecentó porque nunca
se resolvieron.
*El 5 de marzo de 1992, fue
asesinada Mercedes L. S., de 25 años, en el garaje de su casa de la calle de
Fueros de Aragón. Apenas un mes después, el 16 de abril, Eva M. A. de 22 años,
encontró la muerte a pocos metros de su hogar, en la avenida de Gómez Laguna de
Zaragoza.
"Una deficiente investigación y una pésima custodia de pruebas en
la primera, y la poca colaboración de militares norteamericanos para identificar
a un sospechoso en la segunda, truncaron la resolución. Además, en los dos
casos hubo problemas a la hora de recoger indicios en los escenarios de
los hechos y las pruebas se contaminaron. "
Marzo 1992, Mercedes, una llamativa joven rubia, alta y de ojos
azules que trabajaba en el Departamento de Industria de la DGA, no solía
trasnochar.
La tarde-noche anterior había
estado con varias amigas y el novio de una de ellas tomando unas copas. Se retiró pronto, tras llevar a otra de las
chicas del grupo a su casa para dirigirse a la suya, a la que nunca llegaría.
La Policía halló su cadáver en la
plaza de garaje número 37 del edificio, en una de las esquinas de la planta,
hasta donde fue arrastrada por el asesino tras acabar con su vida. Murió
asfixiada y su cuerpo y sus ropas mostraban algunos signos de violencia, como
moratones en el cuello y rasgaduras en las medias. Sin embargo, no había ningún
rastro de agresión sexual.
MÓVILES Varios datos llamaron la
atención de los investigadores: el crimen no había tenido un móvil sexual. Y el
criminal tampoco había actuado con una motivación económica: se llevó el bolso
y los ZAPATOS de la víctima -de nuevo un crimen
dónde los "zapatos" por alguna extraña razón, tienen algo qué
decirnos"- además de una carpeta con apuntes, pero no le quitó las joyas que llevaba encima.
¿Qué fue lo que llevó a
alguien a acabar con la vida de Mercedes? Para los investigadores resultó
imposible descubrirlo, pese al esfuerzo que dedicaron a intentar resolver el
caso.
El asesino se esfumó sin dejar
ningún rastro que permitiera incriminarlo. Pudo salir por su pie por la puerta
del garaje, cuyas llaves estaban en el bolso.
La autopsia situó el
fallecimiento de la chica entre las 23.00 y las 23.30 horas del 4 de marzo de
1992. Mercedes murió por asfixia. El asesino, al que opuso resistencia
--llevaba heridas de defensa-, le tapó la boca y la nariz de tal manera que le
quitó la vida en una agresión en la que nunca quedó claro si el estado de
pánico que le causaría el ataque pudo acelerar la anoxia que la mató.
*En abril de 1992, una joven zaragozana, Eva María A. , de 22 años,
era asesinada en el portal de su casa, en la avenida Gómez Laguna de Zaragoza.
Nunca se encontró al asesino. La Policía siempre ha estado convencida de que
era un miembro de la fuerza aérea americana que en esos años estaba destinada
en la base española de la capital aragonesa. –al parecer un guarda jurado pudo
observar al presunto autor de los hechos mientras huía con una herramienta en
la mano-. Un varón de piel oscura y pelo rizado mató a Eva María, sobre cuya
cabeza descargó varios violentos golpes, tras abordarla a la puerta de su casa
de la avenida Gómez Laguna cuando regresaba de madrugada tras haber tomado unas copas con unos amigos.
Tenían motivos para sospechar de
que era un joven militar estadounidense, ya que junto al cadáver de Eva María
se encontró una medalla que
correspondía al personal militar de ese país. Se realizaron muchas pruebas y al
final se llegó a la conclusión de que el autor del asesinato era un soldado
americano, de raza negra, del cual se llegó a elaborar hasta un retrato robot.
La Policía dirigió sus pesquisas
hacia la base y allí se frustró la investigación. El soldado que respondía al
perfil elaborado por los investigadores había sido trasladado curiosamente a
Alemania unos días antes de solicitarse una rueda de reconocimiento. Y del país
germano, a EEUU. Al año del crimen, los militares americanos tuvieron el
detalle de ceder a los requerimientos judiciales para que se enviara a Zaragoza
al sospechoso, pero mandaron a un soldado que no respondía a ninguna de las
características elaboradas por la Policía. Con esta tomadura de pelo y después
de unas inútiles comprobaciones, se le dejó marchar. Evidentemente, nada tenía
que ver el soldado que llegó a Zaragoza con el militar que buscaba la Policía.
Algunos agentes que trabajaron en
esa investigación, pese a los años transcurridos, aún recuerdan con amargura la
falta de colaboración, el entorpecimiento
y las argucias de las autoridades americanas para echar tierra al caso.
"Todo fueron obstáculos. No se nos facilitó ni la más mínima ayuda. El
juez tuvo que emplearse a fondo y autorizar la entrada de policías de
Homicidios en la base para realizar sus pesquisas. Hasta el entonces coronel
intervino para exigirle al jefe del destacamento americano que colaborara en
las investigaciones. De poco sirvió. Incluso desde Asuntos Exteriores tampoco
se tomaron las cosas muy en serio y cumplieron los trámites, pero sin mucho
entusiasmo, la verdad ".
Por entonces, aquel año 1992, con
la Expo de Sevilla, y la Olimpiada de
Barcelona, contaba con la presencia en la zona de decenas de miles de policías
desplazados para garantizar la seguridad en Andalucía y toda la zona este del territorio
nacional. Es curioso y paradójico, que un año que se antojaba “seguro” fuera especialmente
trágico en cuanto a homicidios.
España, con 3,3 homicidios por cada 100.000 habitantes, se ha
convertido en el país de la Unión Europea (UE) con mayor proporción de
homicidios. La tasa española, que casi dobla a la europea (1,7), se debe al
fuerte crecimiento experimentando durante el lustro 1995-2000, cuando el número
de homicidios creció en España un 34,5%, mientras la media de la UE se reducía
un 7,7%. Así se desprende del análisis comparativo de datos de criminalidad
realizado a partir de estadísticas oficiales por el Instituto de Estudios de
Seguridad y Policía (IESP), ligado al sindicato policial SUP.
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