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lunes, 21 de septiembre de 2015

1992. Crímenes sin esclarecer. Irregularidades. Las extrañas casualidades (III)



















Faltaban 15 minutos para las seis de la tarde de aquel 28 de septiembre de 1992 cuando Soledad D. abandonaba la casa familiar en el barrio de San Pedro de Córdoba, para dirigirse hacia la pizzería de la avenida de Barcelona donde trabajaba desde hacía un año aproximadamente tras abandonar los estudios. Pero esta joven de 18 años nunca llegó a su destino.
Catorce días más tarde, encontraron su cuerpo en una zona de muy difícil acceso del río Guadalquivir. La autopsia sólo confirmó que Soledad había fallecido el mismo día en que desapareció.
Tenía la ropa puesta pero la cabeza estaba a un metro del tronco. Los forenses no pudieron precisar si murió decapitada o si las alimañas del río habían actuado en esos días. Al cadáver también le faltaba “la mano derecha” además de varias “vértebras”. Curiosamente, el cadáver estaba “vestido”.
En la autopsia efectuada en 1992, el forense señalaba que a consecuencia de la falta de algunas vísceras y el mal estado que presentaban las encontradas "no era posible determinar la causa de la muerte, violenta o natural", según figura en el informe. El médico no observó "ningún tipo de lesión traumática", si bien el cadáver estaba incompleto; le faltaban vértebras y tampoco se encontró una de las manos.
El cadáver será exhumado veinte años después para practicar una segunda autopsia, dónde se pudo verificar la muerte violenta –golpe con objeto contundente en la cabeza-



La investigación:
Un auténtico desastre. Según se recoge de la prensa:
Pruebas clave halladas en la inspección ocular DESAPARECEN.  En concreto varios pelos  o cabellos hallados en la ropa de la víctima, que se encontraban en el laboratorio de Policía Científica en Sevilla se pierden.
 No será lo único. Del cajón de la mesa de un agente judicial, desaparece el reloj de la víctima. Un mechero hallado junto al cadáver en la escena del crimen, no se da localizado en el depósito de pruebas del juzgado.
La letrada de la familia, declara que sólo encuentran “irregularidades”. A sus preguntas sobre la desaparición de las pruebas, el juzgado se limita a dar respuestas evasivas. Según esta, el Juzgado lo único que quiere “es cerrar la investigación”.  Un auténtico marrón. Pero no será el único.

Recogiendo fielmente lo que nos relata la prensa, la sombra de algún tipo de encubrimiento planea también sobre este trágico crimen, ya que al parecer uno de los sospechosos era familiar de un policía que en esa época estaba en activo.
…”Una persona anónima, llamó desde una cabina a un teléfono habilitado por la familia para recoger pistas. En esa llamada —efectuada en abril— aportó nombres, apellidos y datos policiales de los agentes que pudieran estar implicados. "Ellos se encargaron de hacerlo desaparecer todo", según figura en la transcripción que obra en poder del juzgado.
La acusación considera importante esta información, ya que aporta datos "concretos" sobre los supuestos implicados, no accesibles a cualquier ciudadano y esperan que la persona anónima vuelva a contactara para ofrecer más detalles".





Mientras, otros casos como la desaparecida Ángeles Z. en Aguilar o la joven Casterina C. en Puente Genil, sobre la que un juez ya archivó el caso, continúan sin resolverse en Córdoba.

Lo mínimo que podemos hacer es preguntarnos:
¿Qué demonios ocurrió ese año 1992?, año crítico por la cantidad de crímenes atroces dónde se vieron implicadas mujeres muy jóvenes o adolescentes. Dónde se sucedieron desapariciones o raptos "grupales", con finales trágicos o inciertos. ¿Qué ocurrió para que en la mayoría de estas investigaciones, se observen –según nos describe la prensa de la época-  gravísimas deficiencias, pérdida de pruebas, etc, etc,  que condujeron inevitablemente a que estos crímenes o desapariciones quedarán sin resolver y a día de hoy hayan prescrito impunemente.


De Córdoba a Zaragoza.


El año 1992 fue especialmente violento en Zaragoza. Prueba de ellos es que sólo en esa provincia se cometieron 18 homicidios. Dos de ellos conmocionaron a la opinión pública por la juventud de sus víctimas, el escaso tiempo que medió entre uno y otro, la psicosis que se creó y que se acrecentó porque nunca se resolvieron.

*El 5 de marzo de 1992, fue asesinada Mercedes L. S., de 25 años, en el garaje de su casa de la calle de Fueros de Aragón. Apenas un mes después, el 16 de abril, Eva M. A. de 22 años, encontró la muerte a pocos metros de su hogar, en la avenida de Gómez Laguna de Zaragoza.

"Una deficiente investigación y una pésima custodia de pruebas en la primera, y la poca colaboración de militares norteamericanos para identificar a un sospechoso en la segunda, truncaron la resolución. Además, en los dos casos hubo problemas a la hora de recoger indicios en los escenarios de los hechos y las pruebas se contaminaron. "


Marzo 1992, Mercedes, una llamativa joven rubia, alta y de ojos azules que trabajaba en el Departamento de Industria de la DGA, no solía trasnochar.
La tarde-noche anterior había estado con varias amigas y el novio de una de ellas tomando unas copas. Se retiró pronto, tras llevar a otra de las chicas del grupo a su casa para dirigirse a la suya, a la que nunca llegaría.
La Policía halló su cadáver en la plaza de garaje número 37 del edificio, en una de las esquinas de la planta, hasta donde fue arrastrada por el asesino tras acabar con su vida. Murió asfixiada y su cuerpo y sus ropas mostraban algunos signos de violencia, como moratones en el cuello y rasgaduras en las medias. Sin embargo, no había ningún rastro de agresión sexual.

MÓVILES Varios datos llamaron la atención de los investigadores: el crimen no había tenido un móvil sexual. Y el criminal tampoco había actuado con una motivación económica: se llevó el bolso y los ZAPATOS de la víctima -de nuevo un crimen dónde los "zapatos" por alguna extraña razón, tienen algo qué decirnos"- además de una carpeta con apuntes, pero no le quitó las joyas que llevaba encima.
 ¿Qué fue lo que llevó a alguien a acabar con la vida de Mercedes? Para los investigadores resultó imposible descubrirlo, pese al esfuerzo que dedicaron a intentar resolver el caso.
El asesino se esfumó sin dejar ningún rastro que permitiera incriminarlo. Pudo salir por su pie por la puerta del garaje, cuyas llaves estaban en el bolso.
La autopsia situó el fallecimiento de la chica entre las 23.00 y las 23.30 horas del 4 de marzo de 1992. Mercedes murió por asfixia. El asesino, al que opuso resistencia --llevaba heridas de defensa-, le tapó la boca y la nariz de tal manera que le quitó la vida en una agresión en la que nunca quedó claro si el estado de pánico que le causaría el ataque pudo acelerar la anoxia que la mató.


*En abril de 1992, una joven zaragozana, Eva María A. , de 22 años, era asesinada en el portal de su casa, en la avenida Gómez Laguna de Zaragoza. Nunca se encontró al asesino. La Policía siempre ha estado convencida de que era un miembro de la fuerza aérea americana que en esos años estaba destinada en la base española de la capital aragonesa. –al parecer un guarda jurado pudo observar al presunto autor de los hechos mientras huía con una herramienta en la mano-. Un varón de piel oscura y pelo rizado mató a Eva María, sobre cuya cabeza descargó varios violentos golpes, tras abordarla a la puerta de su casa de la avenida Gómez Laguna cuando regresaba de madrugada tras haber tomado unas copas con unos amigos.

Tenían motivos para sospechar de que era un joven militar estadounidense, ya que junto al cadáver de Eva María se encontró una medalla que correspondía al personal militar de ese país. Se realizaron muchas pruebas y al final se llegó a la conclusión de que el autor del asesinato era un soldado americano, de raza negra, del cual se llegó a elaborar hasta un retrato robot.
La Policía dirigió sus pesquisas hacia la base y allí se frustró la investigación. El soldado que respondía al perfil elaborado por los investigadores había sido trasladado curiosamente a Alemania unos días antes de solicitarse una rueda de reconocimiento. Y del país germano, a EEUU. Al año del crimen, los militares americanos tuvieron el detalle de ceder a los requerimientos judiciales para que se enviara a Zaragoza al sospechoso, pero mandaron a un soldado que no respondía a ninguna de las características elaboradas por la Policía. Con esta tomadura de pelo y después de unas inútiles comprobaciones, se le dejó marchar. Evidentemente, nada tenía que ver el soldado que llegó a Zaragoza con el militar que buscaba la Policía.

Algunos agentes que trabajaron en esa investigación, pese a los años transcurridos, aún recuerdan con amargura la falta de colaboración, el entorpecimiento y las argucias de las autoridades americanas para echar tierra al caso. "Todo fueron obstáculos. No se nos facilitó ni la más mínima ayuda. El juez tuvo que emplearse a fondo y autorizar la entrada de policías de Homicidios en la base para realizar sus pesquisas. Hasta el entonces coronel intervino para exigirle al jefe del destacamento americano que colaborara en las investigaciones. De poco sirvió. Incluso desde Asuntos Exteriores tampoco se tomaron las cosas muy en serio y cumplieron los trámites, pero sin mucho entusiasmo, la verdad ".


Por entonces, aquel año 1992, con  la Expo de Sevilla, y la Olimpiada de Barcelona, contaba con la presencia en la zona de decenas de miles de policías desplazados para garantizar la seguridad en Andalucía y toda la zona este del territorio nacional. Es curioso y paradójico, que un año que se antojaba “seguro” fuera especialmente trágico en cuanto a homicidios.






España, con 3,3 homicidios por cada 100.000 habitantes, se ha convertido en el país de la Unión Europea (UE) con mayor proporción de homicidios. La tasa española, que casi dobla a la europea (1,7), se debe al fuerte crecimiento experimentando durante el lustro 1995-2000, cuando el número de homicidios creció en España un 34,5%, mientras la media de la UE se reducía un 7,7%. Así se desprende del análisis comparativo de datos de criminalidad realizado a partir de estadísticas oficiales por el Instituto de Estudios de Seguridad y Policía (IESP), ligado al sindicato policial SUP.


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