“Ve al origen Amaia… y podrás ver con claridad”
(El Guardián invisible-Dolores Redondo)
Todos hemos oído hablar infinidad
de veces de esa idea o concepto acerca de “la existencia de algo maligno” que
pareciera impregnar determinados lugares. Sitios dónde se vienen sucediendo
desde el pasado reciente, una serie de trágicos acontecimientos.
Sobre esta idea hilvanaremos dos
historias que nos vuelven a trasladar a escenarios ya conocidos y visitados en
numerosas ocasiones por este blog.
Poblaciones, que son como dianas
en la que los dardos negros y rojos se quedan clavados, una y otra vez, por
alguna razón desconocida. Auténticos imanes para los crímenes o desapariciones que
no dejan rastro.
Picassent un pueblo ligado para
siempre a la desgraciada desaparición de las tres adolescentes de Alcásser. Lejos
de ser un hecho o suceso anecdótico, parece existir una auténtica nube negra
cernida sobre esos campos, que ha venido sembrando de cadáveres sus huertos y
barrancos durante muchos años. También sus campos de naranjos. Como un inmenso cementerio "rural".
Un escenario importante, porque es supuestamente en toda esta zona, dónde
se difuminan para siempre los pasos de las tres jóvenes del vecino pueblo de
Alcásser aquella tarde-noche del 13 de noviembre de 1992.
Hemos visualizado en las
hemerotecas, que en este preciso lugar han sucedido historias estremecedoras:
Mujeres muy jóvenes que aparecían
muertas en extrañas circunstancias, exmonjas que eran degolladas certeramente hasta
morir desangradas -sin un móvil aparente-, traficantes descuartizados y
esparcidos por los campos, prostitutas y mafiosos con negocios sadomasoquistas que
se veían inmersos en truculentos sucesos. Conventos, que eran auténticos
fortines sectarios, con cientos de adeptos que veneraban, entregaban sus bienes y
grandes cantidades de dinero a falsos profetas del Apocalipsis. Accidentes
inexplicables, dónde miembros de los equipos de búsqueda de las niñas
desaparecidas eran arrollados por un vehículo -que sigue siendo una incógnita-,
en tramos de carretera recta y con amplia visibilidad, cuándo se disponían a
inspeccionar precisamente “esos mismos barrancos” en busca de algún vestigio de
las menores. Barranco, dónde según indican los datos de la prensa, aparecería semienterrado y cubierto con plásticos, un
vecino del pueblo lindante, propietario de una tienda de electrodomésticos, que se encontraba desaparecido desde hacía unos cuantos años. Barrancos impregnados de tanto dolor y
muerte, al igual que sus pozos.
Madres e hijos arrojados a un maldito
pozo, asesinados de la manera más cruel e infame. Pozos y más pozos, llenos de otros
cadáveres. Cubiertos con piedras y maderos.
¿Qué poderosa razón hace que tantos casos
criminales se acumulen en un territorio tan pequeño?. ¿Porqué el “mal” escoge
unos sitios “concretos” para instalarse durante tantos años y con tanta
impunidad?.
Tiempo atrás existió otro
horrible crimen, también “entre naranjos”, en esos mismos terrenos. Una
historia que nos habla de un viejo asunto. Extraño y especialmente “macabro”.
Corría el año 1966. Unos
comerciantes de naranjas, que recorrían las inmediaciones de Picassent,
descubren casualmente semienterrado en una
fosa improvisada en el terreno, el cuerpo de una joven de tan sólo diecisiete años.
No estaba sóla, junto a ella se
descubrirán los restos de un pequeño -un feto- en avanzado estado de
descomposición. La joven Dolores. D.B. llevaba
desaparecida varios días. Su padre había denunciado los hechos.
No existe mucha información sobre
las causas de este horrible crimen.
Según la prensa, el principal sospechoso era el marido de la víctima,
que se encontraba en otra población, con una sobrina menor de edad. Al parecer
fueron detenidos por haber robado una motocicleta en Castellón.
Del informe de las causas de la
muerte no hay datos, sólo se cita que pudo ser debido a una violenta disputa.
Un extrañísimo suceso. Al que se
suma el hecho de que la joven estuviera embarazada, y el cuerpo del bebé apareciese
a su lado. Enterrados.
Años atrás desaparecerá otro
joven: José P.A. de tan sólo 11 años en esta misma localidad. La prensa se hizo
eco de la noticia, mencionando que llevaba tres días desaparecido y que no había
noticias de él. El niño residía con los abuelos en la localidad de Picassent, y
su padre era jornalero agrícola y residía en Algemesí –el mismo pueblo de dónde
era originaria la joven que aparece en un campo de naranjas de Picassent con
una naranja en la boca-. No hay más noticias sobre este pequeño. He intentado
rebuscar algún dato más, pero no hay rastro de él. Desconocemos la suerte que pudo correr, pero
tres días desaparecido a tan corta edad, no es “a priori” un buen indicador.
Otro lugar especialmente
“señalado” dónde ya hemos recalado en más de una ocasión es Alfaz del Pi en
Alicante. La misma población, recordarán, en dónde se pierde el rastro de la
joven Gloria Martínez apenas dos semanas antes de desaparecer las tres niñas de
Alcásser. Una población que cuenta con un abultado listado de casos criminales.
A los que hay que añadir la presencia de movimientos sectarios en la zona en
los que participaba activamente un matrimonio de Alzira-Valencia, y cuyos
extraños rituales tuvieron mucho que ver con el fallecimiento de una mujer
joven.
Si echamos la vista atrás
descubrimos un antiguo crimen que nos había pasado desapercibido.
La noticia se publica en los
diarios el día 27 de enero de 1977.
Un turbio asunto que tiene como
víctima nuevamente a un joven adolescente. El crimen presenta claros
indicadores criminalísticos de algún tipo de transfondo o móvil de tipo sexual
–el cuerpo del infortunado joven aparece sin el pantalón y desnudo de
cintura para abajo-.
El cadáver del adolescente, de
tan sólo 14 años de edad, Joaquín B.C. es descubierto por un agricultor en un
campo de Alfaz del Pí. El cadáver semidesnudo está debajo de un naranjo. Otro escenario final –los campos de
naranjos- común en un buen número de casos como hemos podido ir comprobando a
lo largo de toda esta macabra singladura.
El joven había desaparecido el
día anterior, sus padres que eran propietarios de un establecimiento de
electrodomésticos, ante la tardanza del menor, emprendieron su búsqueda acompañados
de numerosos vecinos, durante toda la noche. Una búsqueda infructuosa.
Por desgracia, al día siguiente el adolescente fue hallado muerto por un agricultor –los descubridores de los cuerpos siempre son
agricultores, apicultores, esparrageros, etc, gente relacionada con ese “medio
rural” o escenarios finales-. El cuerpo del joven presentaba señales de haber
sufrido una muerte “violenta”, -arañazos, signos de estrangulamiento-. El
pantalón de pana que llevaba puesto ese día, apareció a pocos metros del
cadáver del menor. Las hipótesis de trabajo, hablaban del traslado del cadáver
desde otro lugar hasta el citado campo –otro “protocolo criminal” común en
todos los casos, -no cometían sus crímenes en esos escenarios finales, esto nos viene a confirmar la existencia de algún escenario “intermedio” o base dónde eran perpetrados estos crímenes-. De hecho en las
noticias como veremos, se recoge la hipótesis de la existencia de algún “chalet”
cercano, desde dónde podía haber sido trasladado. Otro denominador común es la
participación en estos crímenes de varias personas –de un “grupo” de criminales
actuando en mayor o menor medida de forma coordinada- de hecho en otros noticias se habla de un sádico
asesinato, realizado por varias personas,
debido a la envergadura y fuerza que tenía el menor –muy desarrollado para su
edad-.
El crimen quedó sin esclarecer,
no hubo detenidos, ni más noticias sobre el estado en que quedaron las
investigaciones, o los resultados de la autopsia.
Todo son preguntas. Como siempre,
tenemos muy pocas certezas.
El paso del tiempo ha borrado sus
nombres, su corta existencia, su triste final. Sus historias vitales, se
desvanecieron para siempre, como trozos de leña joven y verde ardiendo en una
chimenea. Sólo podemos divisar un pequeño rastro de humo, a lo lejos. Muy a lo
lejos, que todavía nos habla de las víctimas.
Sirvan estas páginas al menos,
para rescatar ese rastro perecedero, para recordarlos y tenerlos presentes. Para espolear nuestras adormiladas conciencias. Para recordar de nuevo, una vez más y todas las que hagan falta, que sus asesinos quedaron impunes, y posiblemente siguieron
danzando su macabra danza durante mucho tiempo.
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