Hay crímenes que dejan una huella
imborrable en la memoria colectiva. Por espeluznantes, por su carga de mal
impresa hasta en el detalle más nimio. Por la fragilidad, por la edad, o por el
número de víctimas.
Al documentarme sobre este caso
espeluznante, mi cabeza viajaba irremediablemente a otro lugar, a otros hechos.
A una tarde noche de un 13 de
noviembre de 1992, en un pequeño pueblo cercano a Valencia.
Esta también es la historia de un triple crimen con víctimas
demasiado jóvenes. Es también un relato dónde podemos observar como el “mal” no
tiene límites. Infinito. Y como no, es también el relato de la impunidad. De
los errores, de la mentira, mil veces contada, para que suene a relato convincente.
Algo, como de costumbre en estos casos tan trágicos, parece que se oculta
detrás del telón. La verdad, disfrazada de falsos cabezas de turco, parece dar
esquinazo -de nuevo- a la desorientada justicia
La historia del triple crimen de
Robin Hood Hills, ocurrido el 5 de mayo de 1993, es la historia de un despropósito
sin límites.
Los hechos se remontan al 5 de mayo de 1993, en la ciudad de West Memphis, Arkansas. Los cadáveres
de tres niños de tan sólo ocho años con brutales signos de violencia son
encontrados en las colinas de Robin Hood. La imagen es dantesca. Los cuerpos de
Christopher Byers, Michael Moore y Stevie Branch están desnudos y atados de
pies y manos con los cordones de sus propios zapatos. Los tres pequeños fueron
salvajemente golpeados y torturados; con uno de ellos, Christopher Byers, la
crueldad fue extrema. Sufría laceraciones por todo el cuerpo y la mutilación de
su miembro.
La conmoción y el desconcierto se apoderaron del pequeño pueblo de la
América profunda que jamás había vivido un suceso de tal magnitud. La opinión
pública clamaba justicia y la policía estaba desbordada. Había que encontrar un
culpable pronto. Los agentes no fueron lo que se diría "cuidadosos"
con el lugar del crimen ni con las pruebas: los cuerpos fueron retirados del
arroyo en el que fueron encontrados antes de que el médico forense los
examinara y muchos vecinos recuerdan al jefe de la investigación fumando en el
perímetro del área. Una de las víctimas presentaba marcas de mordedura que no
fueron inspeccionadas hasta cuatro años después de los asesinatos.
La chapucería fue una constante en la labor de la policía que,
presionada, se lanzó a formular especulaciones sobre quién había cometido tal
horror. Fue entonces cuando un oficial de la libertad condicional juvenil pensó
en aquel chico "siniestro" de la zona al que llevaba siguiendo hacía
un tiempo. Tenía fama de inadaptado, provenía de una familia pobre que recibía
frecuentes visitas de los servicios sociales, llevaba el pelo largo, vestía
ropa oscura y era amante del heavy metal. Así fue como Damien Echols se
convirtió en el primer sospechoso de aquella atrocidad. A pesar de que no se
encontraron pruebas ni evidencias que conectaran a Echols con los asesinatos,
la rumorología, las ansías de la policía de hallar un culpable y el juicio
paralelo que los medios de comunicación hicieron del chaval, lo condenaron sin
contemplación.
Pero aquella atrocidad, que finalmente se atribuyó a un ritual
satánico, no podía ser obra de una sola persona, así que había que hallar a
más culpables. Fue entonces cuando entró en escena Vicki Hutcheson, una recién
llegada al pueblo. Hutcheson accedió a colaborar con la policía a cambio de una
suculenta recompensa de 30.000 dólares; años más tarde, se retractó y confesó
que todo había sido una invención porque la policía la amenazó con quitarle su
hijo si no les ayudaba. Así pues, la mujer obligó a su hijo Aaron, compañero de
juegos de los tres pequeños asesinados, a decirle a la policía que había visto
cosas extrañas aquella noche en el bosque pero la declaración fue desestimada
por carecer de solidez. No obstante, Hutchenson siguió intentando incriminar a
Echols en los crímenes. Invitó al joven a su casa, donde escondió micrófonos,
con la intención de conseguir alguna confesión. Sin embargo, no consiguió nada
y la policía optó por decir que la cinta era "inaudible". Por último,
pensó en un chico de 17 años, Jessie Misskelley, que sufría retraso mental para
que éste dijera que había sido testigo de los asesinatos y que Echols había
participado. Misskelley no sólo corroboró la historia sino que, tras ser
interrogado durante unas doce horas y sin la presencia de sus padres, acabó
incriminándose a él mismo y a un amigo de Echols, Jason Baldwin. Más tarde,
Misskelley se retractó de su confesión y aludió a la intimidación, coerción y
amenazas de la policía, pero para entonces aquellas irregularidades ya no
importaron. La policía ya tenía sus culpables y el pueblo clamaba venganza.
Misskelley fue juzgado por separado. Durante el juicio el joven cayó en
contradicciones y sus declaraciones no coincidían con los hechos y los detalles
de los crímenes. Además, un experto en confesiones falsas, el Dr. Richard
Ofshe, estuvo presente en el juicio y concluyó que se trataba de un
"ejemplo clásico" de coerción policial. Sin embargo, nada de eso fue
considerado y Miskelley fue condenado a cadena perpetua.
El juicio de Echols y Baldwin no fue mucho más ortodoxo. Durante el
proceso se rozó el esperpento en muchos momentos como cuando se utilizaron como
evidencias el hallazgo de libros de Stephen King, sábanas negras de bandas de
rock y letras de canciones de grupos como Blue Oyster Cult y Pink Floyd en las
habitaciones de los acusados. Los veredictos del juicio fueron contundentes y
se vieron claramente influenciados por el clima de paranoia y miedo que tanto
la policía, a través de filtraciones, como los medios de comunicación, con la
publicación de todo tipo de conjeturas, se encargaron de difundir. Echols fue
condenado a la pena de muerte por inyección letal al ser considerado el cerebro
de los crímenes, mientras que Baldwin fue sentenciado a cadena perpetua.
Con el paso del tiempo y los nervios más calmados, los vecinos del
pueblo empezaron a preguntarse si aquellos chicos habían sido realmente los
culpables. El caso tuvo una gran repercusión por todo Estados Unidos y dos
cineastas, se hicieron eco de la historia de los tres chicos de West Memphis y
decidieron hacer un seguimiento documental del caso.
Los espectadores son testigos del hallazgo de nuevas pruebas de ADN y
nuevas pistas forenses casi veinte años después dando un giro radical al caso.
La tecnología, dieciocho años más tarde, no tenía nada que ver con la que había
en 1993 y las nuevas pruebas de ADN demostraron la injusticia que se había
cometido. Sin embargo, a pesar de que las pruebas de ADN de los tres acusados
dieron negativo, el caso no pudo reabrirse de manera que los chicos de West
Memphis tuvieron que acogerse a una maniobra legal conocida como la declaración
Alford, en la que el acusado mantiene su declaración de inocencia pero al mismo
tiempo admite que el Estado cuenta con suficiente evidencia para condenarlo.
Así, el veredicto de culpabilidad no se elimina pero, se reajusta su condena en
virtud del tiempo que han pasado en prisión -18 años de cárcel-.
PARALELISMOS:
No había sangre en el suelo del
bosque dónde hallaron a los pequeños de West Menphis, tampoco se hallaron
restos biológicos en la escena del crimen de Alcásser.
En ambos casos las víctimas
fueron maniatadas y mutiladas.
Igualmente los perfiles de ADN
hallados en los cuerpos no se correspondían con los de los acusados, y
apuntaban a terceras personas distintas a las detenidas. A pesar de ello fueron
condenados sin ningún género de dudas.
La instrucción también giró en
torno a una autoconfesión de uno de los implicados, testimonio incoherente, lo
descrito no coincidía con lo sucedido- la declaración era sonsacada de forma
que era “guiada o dirigida” hacia aquellos aspectos que convenían a las tesis
de los investigadores. Declaraciones supuestamente realizadas bajo presión,
tras interminables interrogatorios. Declaraciones de culpabilidad que nunca
fueron ratificadas en el juicio oral. Expertos en Derecho procesal podrían
ilustrarnos mucho sobre este aspecto: … La
“declaración”: en especial, su corroboración mediante datos objetivos.
Por lo que respecta a los requisitos que ha de reunir la declaración
para que sea verosímil, cabe reconducirlos a tres: En primer lugar, que
la declaración prestada no resulte fantasiosa o increíble por no
ajustarse a las reglas de la lógica o de la experiencia. En segundo lugar,
es necesario también que la declaración inculpatoria se mantenga firme a lo
largo de todo el proceso, lo que implica que no ha de modificarse
sustancialmente en las sucesivas ocasiones en las que se ha de prestar
testimonio, que la declaración no presente ambigüedades o vaguedades
y, por último, que sea coherente, esto es, que no presente
contradicciones entre sus distintas partes. Por último, la declaración ha
de estar corroborada por datos periféricos de carácter objetivo…” (fuente:
LA VALORACIÓN DE PRUEBAS PERSONALES Y EL ESTÁNDAR DE LA DUDA RAZONABLE)
Partiendo de la base de que
en el Caso Alcásser, muchos aspectos de la declaración no eran coincidentes con
lo que sucedió realmente – El pico con el que declaró que se había cavado la fosa
se analizó pero los restos de tierra y vegetales no coincidían con los de la
fosa. Ricart declaró que Antonia había sido violada por Anglés (describiendo la
violación) y el informe forense dice que esta murió virgen, y Ricart concluye
con que una vez muertas de un tiro en la cabeza fueron inmediatamente
enterradas, cuando los análisis de las muestras de tejido anal y vaginal
demostraron después que habían sufrido abusos postmortem)- además de no existir
restos biológicos en los lugares detallados en la declaración que corroboren
que estos fueron los verdaderos escenarios del crimen. Además las primeras
manifestaciones no son autoinculpatorias ni se sitúa en la escena del crimen. En esos primeras declaraciones tampoco se conocían los detalles concretos de lo ocurrido, ni los resultados de las autopsias.
Por otra parte otra cuestión que que llama
la atención, es que al parecer las tres niñas de Alcásser tenían la ropa interior
intercambiada (así se desprende de lo relatado en un artículo del diario ABC). Este detalle a mi modo de ver, no
es insignificante. Si la ropa interior estaba erróneamente colocada, se podría
interpretar que las niñas no se vistieron en vida, y menos probable todavía es que se equivocaran al vestirse -tratándose de una prenda tan íntima-. Lo que nos deja como hipótesis más adecuada, que ese equívoco surgiera en el momento de ser vestidas - post-mortem - por terceros. Este hecho tan curioso, llama poderosamente la atención, porque
tampoco cuadra ni coincide con lo descrito en la sentencia como hechos probados,
dónde se relata con detalle que las niñas fueron metódicamente desnudadas,
violadas y vestidas de una en una (con vida), de forma sucesiva, con lo cual el
margen de error para intercambiar las prendas íntimas es nulo.
Así mismo se da como probado que las niñas
después de haber sido vejadas, muy maltrechas
–pero con vida- subieron –vestidas-
hasta el paraje de la romana dónde fueron ejecutadas de un disparo en la nuca para
acto seguido ser enterradas en la fosa…pero la realidad es bien distinta, ya
que las autopsias hablan de que existieron abusos post-mortem o actos de tipo
necrófilo.
Por si fuera poco, un artículo
del periódico “Diario 16”
de fecha 17 de febrero de 1997, viene a
poner en duda a uno de los investigadores de las FCSE, que fue enviado a
Valencia para esclarecer el triple crimen. …”estuvo al frente de la
investigación de la muerte de una prostituta en 1986. Una investigación
rocambolesca –la tilda de “superchapuza”-, plagada de irregularidades que acabó
en la cárcel con dos personas inocentes acusados de un crimen que no habían
cometido. Una nueva investigación demostró que los dos acusados no tenían nada
que ver con ese crimen. Los acusados pasaron siete largos meses en prisión. La
acusación contra estas dos personas fue un cúmulo de mentiras, urdidas mediante la falsa acusación de
una testigo -compañera de la prostituta asesinada-. De hecho, el caso dio un giro de 180ª cuando la principal testigo de cargo
contra los acusados, se convirtió en su salvación, al retractarse y manifestar
que los investigadores la habían
obligado a inculpar en el crimen a estas dos personas, y que lo hizo bajo coacciones. Los dos acusados injustamente del crimen, describieron entonces diversas amenazas de muerte con una pistola, e incluso
que el cartel con el número que portaba uno de ellos en la rueda de reconocimiento
ponía su nombre debajo, para facilitar a la falsa testigo la identificación...
Estos antecedentes, parecen
otorgar unas credenciales más bien "oscuras" y un grado de credibilidad nulo, para afrontar un caso tan
extraordinariamente complejo como el del triple crimen de Alcásser.
Fernando G. el padre de una de las víctimas no se fiaba de la investigación oficial, y ahí parece estar el origen de esa investigación paralela, -que tanta polémica levantó- con un grupo formado por investigadores privados. Para llegar hasta el fondo del asunto, para intentar buscar la verdad.
Fernando G. el padre de una de las víctimas no se fiaba de la investigación oficial, y ahí parece estar el origen de esa investigación paralela, -que tanta polémica levantó- con un grupo formado por investigadores privados. Para llegar hasta el fondo del asunto, para intentar buscar la verdad.
Sobre el interrogatorio a Ricart,
ABC relataba lo siguiente sobre la declaración en el juicio oral de uno de los
responsables de la detención de Ricart: …“Relató
que le leyeron sus derechos, y negó que se le interrogara sin estar presente su
abogado. Sin embargo tuvieron que tomarle dos declaraciones porque aunque en
una primera ocasión describió los lugares de los hechos con una perfección
matemática, y confesó su participación, << se implicó de una manera
irracional y sin coherencia, por lo que no nos cuadraba su versión>>”…
…“Ricart prestó hasta siete declaraciones distintas. La segunda de
ellas fue tomada como la más fiable”…
¿Qué era realmente fiable
viniendo de un único acusado que ofrecía testimonios tan cambiantes,
incoherentes, e inverosímiles?. ¿Fueron cotejados esos testimonios con otros elementos
objetivos?. Si partimos de la base de que en un crimen tan grave, no fue realizada
una “reconstrucción” de los hechos, entenderemos el porqué casi todos los
aspectos oscuros del caso siguen siendo auténticos interrogantes.
En el caso de West Menphis, los
testimonios de los testigos fueron escogidos en función del relato "orquestado" de
los hechos. Había que cuadrar las horas, el recorrido que habían hecho las
víctimas esa tarde noche, y todo ello se debía
adecuar al relato medio coherente que tenían que hacer llegar a la autoridad
judicial.
Otros testimonios que luego se demostraron cruciales, como los de vecinos más próximos a los tres niños asesinados, fueron desechados. Se cogió sólo aquellas piezas que encajaban en el puzzle, aquello que valía para fabricar un relato de los hechos, que pudiera condenar a los tres acusados. Lo que era discordante, o abría otras vías de investigación, no se tuvo en cuenta. Una hipótesis muy subjetiva basada en meras suposiciones, rumores, expertos en nada, comportamientos extraños e incluso la forma de vestir o los gustos musicales pasó a convertirse en verdad absoluta, ratificada por una sentencia inamovible.
Otros testimonios que luego se demostraron cruciales, como los de vecinos más próximos a los tres niños asesinados, fueron desechados. Se cogió sólo aquellas piezas que encajaban en el puzzle, aquello que valía para fabricar un relato de los hechos, que pudiera condenar a los tres acusados. Lo que era discordante, o abría otras vías de investigación, no se tuvo en cuenta. Una hipótesis muy subjetiva basada en meras suposiciones, rumores, expertos en nada, comportamientos extraños e incluso la forma de vestir o los gustos musicales pasó a convertirse en verdad absoluta, ratificada por una sentencia inamovible.
Presión social y presión de los
medios de comunicación que a su vez cargan sobre los investigadores esa presión
elevada a la enésima potencia. Prisas, necesidad de encontrar rápidamente
culpables, y de poner fin a un estado de shock e histeria colectiva. Algo, a
todas luces, incompatible con realizar una buena investigación sistemática,
dónde los hechos son reconstruidos sin fisuras. Una investigación basada en evidencias sólidas, en pruebas
biológicas inculpatorias y no en especulaciones o interrogatorios dirigidos. Necesitaban
culpables, y unos culpables fabricados a tal efecto, fueron detenidos, y fueron exhibidos. La sociedad volvió a dormir reconfortada. Les dieron una cápsula vacía, un "placebo" para calmar los nervios, y olvidar terribles pesadillas. Los niños por fin, podían volver a sacar sus bicicletas a la calle. Todo volvía a ser aparente "normal". Pero la realidad era bien distinta, los verdaderos asesinos, como en el caso Alcásser, no estaban entre rejas.
Más allá de otros paralelismos
–que los hay- , es muy interesante, como se consiguió “resucitar” –no se pudo
reabrir- este caso, poner en entredicho la investigación, y como se implicó la
sociedad en buscar los entresijos de la verdad. O al menos, en desenmascarar la
verdad oficial. Todo ello pese a existir una condena firme, -como en el caso
Alcásser-. Con gran tesón, sin reparar en esfuerzos, y con los mejores expertos
legales, policiales y forenses en la materia.
Este grupo de investigadores
contratado por la defensa de los tres acusados, consiguieron evidenciar que los condenados
eran inocentes, y que los asesinos seguían ahí afuera. Consiguieron desmontar
la versión oficial.
En nuestro país existen, infinidad
de personas relacionadas con la lucha contra la criminalidad: jueces, policías,
perfiladores, psicólogos, etc, que escriben libros sobre sobre casos criminales, pero ninguno de ellos,
(en especial, me refiero, a psicólogos criminales o perfiladores cuyas
conclusiones podrían ser de lo más interesantes), nadie hasta el momento ha
sido capaz de adentrarse en crímenes extraños y de gran envergadura como el de
Alcásser. Es un territorio “pantanoso”. Aquel que decide hurgar en este asunto corre el riesgo de quedarse por siempre hundido bajo el fango. Quienes osaron
investigar el caso “a fondo”, acabaron desacreditados, querellados y fueron
llevados ante la justicia. Otros –periodistas de renombre y con programas de
gran éxito- fueron apartados y se sumieron para siempre en el más absoluto olvido.
Algunos incluso tuvieron extrañísimos accidentes y perdieron la vida. Nadie se
ha atrevido a afrontar un trabajo documental riguroso sobre los hechos, y dudo
que muchos de los medios de comunicación de este país emitieran un formato
semejante al de los crímenes de West Menphis.
Tampoco desde el mundo del arte
tan combativo y reivindicativo, parece que nadie se atreve a realizar un
largometraje, o una pieza de cine documental, sobre estos hechos. – (en el caso
de West Menphis, el trailer que encabeza este post, pertenece a la película sobre
el triple crimen, con actores de la talla de Colin Fearth –ganador de un Oscar,
un globo de oro, dos premios Bafta-, cuyo título original es Devil’s knot y que
en nuestro país fue traducido con el sobrenombre de “Condenados”)
Quizás entonces, aunque suene
“utópico”, estos casos estén necesitados de una revisión más amplia, no sólo desde el enfoque forense-criminal. Existen
profesionales –allende de nuestros mares- de la talla de John Douglas* u otros, que
podrían aportar una visión muy interesante sobre la autoría de estos crímenes
tan complejos y para nada esclarecidos.
*
(John Douglas: ex profiler del
FBI, uno de los primeros en utilizar la psicología criminal en la
investigación de crímenes, además de crear y encabezar el programa del FBI de
Perfiles criminales, y ser jefe de la Unidad de Apoyo Investigativo, división
del Centro Nacional para el análisis de crímenes violentos en EEUU. Fue uno
de los componentes del equipo contratado por la defensa, que consiguió con sus
investigaciones, desmontar la versión oficial de los crímenes de Robin Hood
Hills en West Menphis).
John Douglas con Damien Echols y Lori.
Os aconsejo por tanto, visualizar
este documental*, un poco largo, pero muy interesante en todos los aspectos. Especialmente
para comprender cómo funcionaban por aquel entonces, determinadas dinámicas en
las investigaciones policiales y judiciales. Contiene imágenes muy duras - no
aptas para todos los públicos -, del momento del hallazgo de los menores. Es
sin embargo uno de los documentales menos morboso, y más conservador en ese
aspecto concreto. Aspecto siempre polémico, difícil. Pero por desgracia
necesario para entender a qué nos enfrentamos, al tratar con este tipo de brutales
crímenes múltiples.
*West of Memphis es
un documental de 2012 dirigido por Amy
Berg y producido por Peter
Jackson y el propio Damien Echols, uno de los Tres de West Memphis.
En él, se profundiza durante dos horas y media en las irregularidades del
juicio, en el propio crimen y se apuntan otras posibilidades. Fue estrenado el
21 de enero de 2012 en el Festival de Cine de Sundance.
Enlace para verlo online:
…“Un destacado forense de Valencia -participante en las autopsias-
comparte las dudas de otras personas conocedoras de la investigación: -¿Usted
cree que con esas pruebas y la única declaración de Ricart se puede condenar a
alguien? ¿Nos quedaremos tranquilos mandando a la cárcel a uno sólo de un grupo
tan numeroso? Si el abogado de Ricart es bueno, no habrá quien lo condene…”
(Los misterios de Alcásser, "El país" domingo 10 de noviembre de 1996).
No hay comentarios:
Publicar un comentario